Historia del Palacio de la Paeria
En 1185 Ramón de Montcada hacía donación al obispo y al Capítulo de Lleida de la plaza del Pardinal, actual plaza de la Paeria, y de sus solares colindantes. Hacia 1208, el noble Mascarell de Sanahuja adquirí dichos solares y edificaciones a la Iglesia y construí una gran casa señorial. Fue en este momento cuando la plaza cambió de nombre y pasó a llamarse plaza de Sanahuja. El linaje perduró hasta 1334, año en que Pere de Sanahuja, señor de Les Borges Blanques, murió; en 1383 los albaceas testamentarios vendieron el gran casal a los paers de Lleida por 450 sueldos y así se convirtió en la nueva casa de la ciudad. Hasta ese momento, la joven institución municipal estaba situada en una casa de la calle Borràs, en la Costa de Sant Andreu, conocida como la Paheria Veylla. Pero, a causa de la falta de espacio, a la hora de reunir a los consejeros y debiendo celebrar las sesiones del Consejo General en otros espacios de la ciudad, como la iglesia de San Juan, se vieron obligados a buscar un lugar más grande y adecuado para sus necesidades, y la casa de los Sanahuja fue la mejor opción.
La institución que acoge el Palacio de la Paeria, el origen del gobierno municipal, empezó mucho antes, con la concesión de la Carta de Poblament, en 1150. Y, podemos decir que cristalizó en el año 1197, cuando el rey Pere I, de acuerdo con el conde de Urgell, concedió el privilegio de Consulado a la ciudad de Lleida, de forma similar a la que regía en las ciudades italianas y en otras del resto de Europa. La madurez del régimen municipal llegaría el 20 de agosto de 1264, cuando Jaime I otorgó a los cuatro cónsules el privilegio de la Paeria.
Una vez instalados en el nuevo edificio, los paers decidieron reformarlo. En aquellos momentos el Palau contaba con un patio interior descubierto con una escalinata de piedra que se alzaba hasta el primer piso. En la planta baja se ubicaron las oficinas, conocidas como lotjetes, para uso de los clavarios, mayor y menor, las prohombres, los jueces de mesa, etc. La planta noble se adecuó para albergar la sala de reuniones del Consell General y la lonjeta del maestro racional, la cual a mediados del siglo XV, se convertiría en capilla del Palau donde, entre 1450 y 1455, se construiría el Retaule dels Paers, obra de Jaume Ferrer II y sus colaboradores.
Hacia 1464, durante la guerra de Joan II, el edificio de la Paeria sufrió muchos desperfectos; y, Bertran de la Borda, maestro de obra de la Seu, fue el encargado de reforzar los cimientos y contrafuertes del lado del río, de construir una nueva galería y de reparar el tejado.
Las obras realizadas en la segunda mitad del siglo XV se vieron afectadas por el trasladado de la cárcel comunal a los bajos del edificio, porque en 1486, el rey Fernando el Católico concedió al veguer y a los paers de la ciudad el privilegio de situar la cárcel en el sótano del Palau. Este nuevo uso, que perdurará hasta el siglo XIX, provocó que debiera rehabilitarse el espacio para acondicionarlo como la vivienda del carcelero y la construcción de celdas para los condenados.
Ya en el siglo XVI esta prisión necesitó una nueva intervención, por culpa del deterioro de los espacios provocados por los propios presos. Es también en esta centuria cuando la Paeria adquiere una de las casas vecinas para la creación, en 1589, de la Taula de Cambi i Deposit de la ciudad de Leida. Sin embargo, estas obras no tardaron demasiado en verse deslucidas por unas inundaciones que obligaron a realizar una nueva intervención. Esta vez se construyó un nuevo espacio en la planta baja para las reuniones, que recibiría el nombre de Sala Nova. A partir de ahora, en esta sala se reuniría el Consll General y la sala de la planta noble, o sala vella, quedaría para reuniones de cofradías y gremios de la ciudad. Es en esta etapa cuando la capilla junto al retablo gótico, fué trasladada a la planta baja, y el recinto se abrió al culto.
Durante la Guerra dels Segadors, 1640-1652, ante el peligro que suponía estar en la casa de la Paeria, muy expuesta a la acción de la artillería, los servicios municipales se vieron obligados a mudarse al Palacio Episcopal.
En el siglo XVIII, con la construcción del paseo de la Banqueta, la ciudad ganó terreno al río y surgió lo que hoy conocemos como la av. Blondel; esta obra urbanística provocó que el casal perdiera su fisonomía medieval. Fué en ese momento cuando se levantó un nuevo piso y se reformó la fachada de la plaza para adaptarla a las nuevas corrientes de la época, a la vez que se empezó a pensar en la necesidad de construir una nueva, que se abriera en la avenida y el río.
Así, en 1867, el arquitecto Agapit Lamarca, proyectó una única fachada con un frontis neoclásico rematado por el escudo de la ciudad. En la que debemos destacar el largo balcón que la recorre de lado a lado y en el que se abren cinco portaladas de arcos de medio punto. La última aportación de la época fue la colocación de un reloj, enmarcado por grandes molduras, que se cree que desapareció en 1927.
Durante el primer tercio del siglo XX la ciudad de Lleida experimentó un notable crecimiento demográfico, económico y cultural, y se inició un amplio plan de mejoras ciudadanas y la redacción de un nuevo plan de ensanche, que comportó un importante desarrollo urbanístico.
Sin embargo, en los años veinte, la estructura del noble edificio se encontraba cada vez más debilitada, haciendo necesario que se apuntalara la fachada de la plaza, intervención que desembocó en una polémica entre los arquitectos Josep Bergós y Francesc de P. Morera.
Mientras que el arquitecto municipal, Francesc de P. Morera, afirmaba que el edificio debía derribarse por completo, Josep Bergós aseguraba que con unas pequeñas reformas ya sería suficiente para solucionar el problema. Finalmente, el Pleno Municipal acordó llevar a cabo el proyecto presentado por el arquitecto Morera, de forma que en julio de 1927 se levantaron los andamios para desmontar y numerar, piedra a piedra, la fachada y el patio románico, para después proceder a las labores de derribo del inmueble.
Durante un tiempo, la fachada de la pl. Paeria desapareció detrás de un muro que se levantó mientras duraron los trabajos de derribo. Debido al importante alcance de las obras, la casa consistorial se vio obligada a trasladarse, de nuevo, a la sede del dispensario municipal, más conocido como la Gota de Llet, edificio situado donde en la actualidad se encuentra el cruce de la av. Blondel con la c/ Saracíbar.
Desmontada la fachada surgió una nueva polémica sobre su reconstrucción y el traslado o no de la casa consistorial. La prensa local, y en especial la revista Lleida, se hizo eco, proponiendo la realización de una encuesta a distintas personalidades leridanas; llegando a la conclusión que debía reconstruirse la fachada medieval, pero se discrepó en el hecho de buscar un nuevo emplazamiento para el Ayuntamiento, surgiendo propuestas como un posible traslado al Hospital de Santa María, al Almudí de la plaza de la Constitución o al Museo Morera, liberando así el edificio del Palacio de la Paeria, de sus funciones políticas y administrativas para ubicar el museo de la ciudad.
Por último, se decide reconstruir la Paeria y acondicionar su interior como Casa de la Ciudad. El 21 de mayo de 1928, siendo alcalde Josep Pujol Cercós, se publicaron las bases del concurso de anteproyectos y proyectos para la reconstrucción del edificio. Se presentaron al concurso los arquitectos Ramón Argilés, Pere Benavent, Francisco de P. Morera, Manuel Cases Lamolla y Francisco Ferriols, cuyos anteproyectos fueron expuestos en una de las salas del Museu Morera para darlos a conocer.
El 2 de marzo de 1929 el jurado formado por: el alcalde de Lleida, señor Josep Pujol, los arquitectos Bernardí y Martorell, designados por el Institut d'Estudis Catalans; el señor Josep Godall, nombrado por los concursantes; Ignacio de Villalonga, por la Unión de Técnicos de Lleida, y Vega March, por la Asociación de Arquitectos de Cataluña, adjudicó el concurso al arquitecto Ramón Argilés Bifet. En sesión del día 15 de marzo de 1929, el Pleno del consistorio aprobó el proyecto y se anunció la subasta por 377.182,60 pesetas en el Boletín Oficial del día 2 de abril. Una vez adjudicada, se iniciaron las obras de reedificación del palacio.
El arquitecto Argilés logró que la parte del edificio medieval que permanecía en pie se uniera armónicamente con la nueva construcción; tal y como se dijo en ese momento "la reconstrucción del edificio tal y como lo ha hecho el Sr. Argilés ha tenido la virtualidad, más que de acabar algo inacabado, la de acabar bien algo que estaba mal terminado".
En 1930, el Ayuntamiento decidió derribar las casas de los números 1 y 3 de la calle Mayor, para así poder ampliar la plaza de la Paeria. De modo que, el proyecto de Ramón Argilés modificó la fachada con la proyección de una gran torre, lo que hizo aumentar el presupuesto inicial en 88.242,75 pesetas.
Quedaba aún por resolver, qué hacer en el rincón y la nueva pared lateral; el arquitecto Argilés lo solucionó proyectando el actual esgrafiado, obra de Francesc Canyelles Balagueró, y una fuente que nunca llegó a construirse.
Coincidiendo con la conmemoración del primer aniversario de la II República, el 14 de abril de 1932, el alcalde Salustià Estadella Arnó inauguró la reconstrucción del Palau de la Paeria.
La importancia arquitectónica del Palacio de la Paeria de Lleida quedó patente en el real decreto de 25 de enero de 1980 en el que se declaró el edificio Monumento Histórico Nacional.